domingo, 7 de agosto de 2016

Rizomas de una visita II

Publicado en: http://todosesupo.com/


Los niños se levantan temprano, bañan, se visten, en fin, se acicalan, acuden voluntaria —y decididamente— al sitio en que sociabilizan con otros niños, leen escriben y dicen aprender. En suma: todo lo contrario a la escuela. En eso radica el éxito del proyecto.
Está claro que prohibir hablar, moverse, conversar... «está pasado de moda». La llamada «regla número uno» consiste en que escuchar. Esto garantizará que esas prohibiciones no sean necesarias. «Ya estamos muy grandes»— recalca espontáneamente Isabella Mazo, una de las niñas asistentes, a lo que el tallerista corresponde afirmando que «aquí no hay profesores, aquí somos amigos».
Isabella vive en el barrio Portal de Yumbo, cada ocho días asiste a los talleres, con siete años de edad, estudia en la I.E. Titán y cursa segundo de primaria. Aprendió a leer en primer grado, pero asegura que «aquí podemos aprender mucho más y tenemos compañeros para jugar».
En la escuela es para el deber hacer, los sábados son para el poder hacer. George Simmel —el sociólogo alemán— decía que la sociabilidad es el carácter lúdico de la sociabilidad. Si algo le demuestra este proyecto a la educación tradicional, es que el proceso formativo puede ser más útil mientras sea más agradable.
Y no es que no exista algo de coacción en la interiorización del aprendizaje, sino que el individuo en formación contribuye a esa coacción: se obliga a levantarse temprano, hace el esfuerzo de bañarse, de vestirse, en fin, de acicalarse, para acudir voluntaria —y decididamente— al sitio en que sociabiliza con otros niños...
El concho: A manera de aclaración, lo que presento aquí no son palabras especulativas o meramente propagandísticas sino fragmentos de los resultados de un proceso de investigación.
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